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UN LÍDER, UNA IMAGEN, UN PRESTIGIO… MUCHO QUE PERDER POR UNA MALA DECISIÓN

Lillie Minor

En efecto, a la hora de la verdad nada exime a un personaje público cuando toma una mala decisión, por esto hay que tener claros los objetivos, ya que es vital saber hasta dónde se quiere llegar y más que nada, cómo se quiere llegar a la meta. Además, la imagen de aquél con la mejor trayectoria en su haber político, artístico o empresarial, puede verse ensombrecida por los errores o la mala reputación de la institución que representa, puesto que en términos de cultura institucional, ésta siempre permeará a las personas y viceversa. Desde esta óptica es necesario pensar muy bien si el objetivo que se persigue vale la pena y, si lo vale, replantearse el camino que se debe tomar para llegar al final con una imagen de líder fuerte y consistente. Pero saber con claridad el rumbo que debe seguirse, inevitablemente está ligado al arraigo de los valores morales de la persona, así que por más atractiva y tentadora que sea una oferta, un líder con sólidos valores sabe hacia dónde ir. No obstante, en la “guerra todo se vale” y en las decisiones de un líder también.

Y hablando de líderes en política, hoy que estamos en franco periodo de elecciones podemos percatarnos, según la definición que aparece en el libro “Marketing Político e Imagen de Gobierno en Funciones” del Dr. Fernández Collado, que un líder es “La persona que ejerce mayor influencia en un grupo y lo guía a la consecución de una meta”. Sin embargo, líder también puede ser una institución y, en este caso, el propio partido político. Pero en un sentido más amplio, ser líder también aplica para “aquellos que van a la delantera en cualquier actividad”, según la definición de la Real Academia Española. Aunque existen líderes que pueden guiar a un pueblo hacia sus intereses personales o hacia los intereses de un grupo de poder, como Hitler en Alemania, Musolini en Italia o Maduro en Venezuela; y líderes que promueven iniciativas, planes y reformas hacia el bien común del pueblo al que se deben, simplemente porque están conscientes de su función de servicio. Y en este sentido, un líder es el que da resultados excelentes y efectivos, es el que marca el camino o es ejemplo a seguir en cualquier área, ya sea empresarial, científica, financiera o de cualquier otra índole. Un líder es aquél que trabaja para serlo sin descanso. Es aquél que sabe la dirección que debe tomar en cualquier situación y en cualquier área en la que se desempeñe. El líder abre la brecha para que todos lo sigan y a veces incluso no necesita llamar la atención a través de una presencia constante en medios, porque su trabajo con resultados efectivos es suficiente para ser reconocido y, con el tiempo, su reputación adquiere un gran valor. Esta es la percepción que se tiene de alguno que otro candidato que ahora se encuentra participando en la contienda electoral, gente brillante y con gran potencial y talento que debió haber reflexionado antes de sacrificar su prestigio, un prestigio que si no hace algo por rescatarlo, con el tiempo es posible que caiga con más peso como resultado de las campañas de desprestigio que comenzaron a bombardearlo desde el momento de su “destape”.

Lamentablemente, en términos de imagen es un hecho que tratar de levantarla cuesta más esfuerzo que construirla bien desde el principio, por lo que la persona con una imagen caída, no importa lo que haga, las etiquetas que lo marquen dejarán huellas profundas en su persona y difícilmente se borrarán. Sin embargo, tampoco es imposible reivindicarse, pero esto tiene que ver con el nivel de compromisos adquiridos con uno mismo y con los demás. Esto tiene que ver con liderazgo. El esfuerzo para reconstruir su imagen y su reputación será definitivamente una proeza. Retomarse será cuestión de tiempo y sólo podrá lograrlo trabajando a través de la constancia en el cumplimiento y la realización de sus propuestas de campaña, de su congruencia en el decir y en el hacer, así como la aplicación de una política eficiente que propicie un cambio substancial que hoy más que nunca se necesita en México.

Hoy nuestro país es diferente y más pensante, por lo que sin duda en estas elecciones el resultado en el desempeño del candidato a contender por algún puesto de elección popular, deberá demostrar una trayectoria positiva para tener mayores posibilidades de ganar. No hay gran opción para el votante, pero sí una única oportunidad para el hombre que asuma el poder. México hoy quiere elegir bien porque ya es hora de lograr un cambio real y de fondo que redima a la ciudadanía. Algunos candidatos independientes con poca experiencia en política tienen el propósito de lograr sus metas, porque igual que todo el pueblo mexicano, están dolidos por los rezagos y la falta de oportunidades para la mayoría de la gente. Es indispensable trabajar en políticas públicas efectivas e inteligentes que propicien un bienestar real y eso sólo se logrará a través de un líder, que además de servir a México, tenga la intención de dejar huella a través de hechos que marquen un rumbo nuevo y más certero para nuestro país. Un líder que rompa el paradigma del político actual y que se sirva del poder para beneficio del pueblo. No olvidemos lo que ha pasado en países cansados de situaciones de corrupción, malas economías o altos porcentajes de desempleo, entre otros factores, como es el caso del presidente Macron en Francia. Un ejemplo claro de la tendencia en varias partes del mundo en donde no ha importado la experiencia política pero sí el candidato. Puede ser que hoy el votante no piense necesariamente en el partido, sino en la persona y, no habiendo alternativas, ponga su atención en aquel candidato que convenza con sus propuestas, pero que además convenza con su trayectoria transparente y con su liderazgo.

Hay mucha expectativa aún y muchos temen que debido a la falta de conocimiento en el verdadero fondo de la ideología de algún partido político, nuestro país caiga en una espiral sin retorno. Por esto, ahora que ha comenzado el juego, a la hora de votar detengámonos y tomemos una decisión inteligente para evitar caer en dictaduras o para no seguir con lo mismo de siempre.

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